Cánticos de la lejana Tierra es una novela de ciencia ficción de Arthur C. Clarke, el cual nos dejó este mismo año. No es una de las más emocionantes que he leído, pero sí una de las de mayor profundidad en los aspectos que cita. Muy recomendable.
La acción se sitúa en el futuro lejano, en el cuarto milenio. En la Tierra se descubrió que el Sol iba a venirse abajo mucho antes de lo esperado, así que los intentos por colonizar el espacio, sembrándolo con humanos para que no desaparecieran con el sistema solar, se intensificaron. Estas iniciativas consistían en enviar grandes naves a viajes de cientos de años hacia planetas descubiertos, con información genética de miles de personas almacenada en sus bancos de memoria. Allí, los sistemas de la nave se encargaban de generar a estas personas y enseñarles a colonizar el planeta, siguiendo luego la especie a la manera tradicional. Una de estas expediciones tuvo éxito, colonizando Thalassa, un mundo totalmente océano salvo por unas pocas islas, en las que se formó una civilización próspera y libre de todo lo que los que diseñaron su misión quisieron librarlos: la religión, los prejuicios, la información sobre todo lo atroz que había ocurrido en la Tierra, para evitar que lo repitieran. Y lo habían conseguido. Los thalassanos de hecho ya habían visto por sus telescopios la muerte del Sol y con ella la de la Tierra.
Pero un día, una nave gigantesca llega a su órbita, y sus tripulantes hacen contacto con ellos. No son humanos de otra colonia, sino los últimos supervivientes de la Tierra, que gracias a la hibernación y a una nueva forma de propulsión, pudieron escapar al destino del planeta madre, para dirigirse a un nuevo hogar, "Sagan Dos". Estos refugiados entablan contacto cordial y piden a los thalassanos su ayuda para continuar su viaje: sólo necesitan grandes cantidades de agua para fabricarse un escudo de hielo que proteja a su nave durante el resto del viaje, y como precisamente eso les sobra...
Hecho el planteamiento, el resto de la historia cuenta las cosas que ocurren durante la estancia de la Magallanes en Thalassa. El planeta tenía su propia colección de seres vivos, sobre la cual se descubren interesantes hechos a lo largo de la novela. Se exploran también las implicaciones del contacto de los inocentes y abiertos thalassanos y los refugiados terranos; en un determinado momento un anciano filósofo de la Tierra le explica a la joven Mirissa el concepto de Dios y todo lo que trajo consigo de una forma muy interesante. Esta chica es por cierto el centro de cierta disputa entre un thalassano y un terrano.
La novela está llena de referencias a cosas actuales, como el planeta Sagan Dos (en la propia trama se explica que es en honor a un escritor de nuestra época), y hay fragmentos de obras clásicas encajados dentro de diálogos, con algunos juegos de palabras incluidos. Muy al estilo de Clarke, ficción no dura pero tampoco blanda, con un fuerte contenido de razonamientos y explicaciones de contexto que ayudan a situar perfectamente la acción, y a identificarse con los personajes y sus problemas personales.
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