domingo, 7 de septiembre de 2008

Roleando

El aventurero se colocó mejor la cota de mallas mientras encaraba el antiguo templo donde su destino le aguardaba. Sujetó bien fuerte su escudo y se aseguró de que su espada estaba bien a mano. Tras ello, entró con valentía por la puerta principal, después de cruzar la muralla de roca y acero que rodeaba el edificio y subir una breve escalinata. Una vez dentro, guiado por sus recuerdos, tomó el pasillo de la derecha hasta dar con unas escaleras que le condujeron al piso superior. En los extremos de los corredores laterales pudo entrever oscuras y débiles criaturas nocturnas en pequeños grupos a las que decidió ignorar en tanto que ellas se mantuvieran apartadas. Finalmente llegó a la puerta de la gran sala del Oráculo.

Nada más entrar, vió a los dos imponentes grifos de mirada severa en la pared de la derecha, que sin embargo no se movieron de su puesto. Se encontraban flanqueando un pergamino con el borde dorado, el objetivo que el héroe debía conseguir. Se había preparado largamente para su nuevo enfrentamiento con los que una vez le dejaron a las puertas de la muerte, tiempo atrás. Así, se situó ante ellos levantando la espada desafiante, lo que hizo que el grifo de la izquierda girara ligeramente su cabeza para mirarle a la vez que levantaba su garra y le señalaba, diciendo...

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